El Fuerte Oscuro de Kil-Kyron · Capítulo 22

22

—¿Es que acaso tú no? —preguntó Ícaro, desconcertado.

—No, yo… —Marinina se llevó las manos a la cara, y gimió desconsolada—. ¡Yo intento ser amable y bondadosa, a pesar de que el Mal me rodea! A veces, es tan duro… ¡pero sé que es lo correcto!

—Entonces… —Ícaro Xerxes se dio cuenta de lo que ocurría, y la voz se le quebró con amargura— tú… ¡eres uno de mis enemigos!

Marinina se echó a llorar desconsoladamente. En ese momento, Brux Belladona salió de la casa, esgrimiendo un rodillo de amasar.

—¿Qué pasa aquí? —gritó, furiosa—. ¿Ya estás llorando otra vez, maldita niña?

Marinina dio un par de pasos atrás. Ícaro Xerxes contemplaba la escena como traumatizado.

—¡Amada madre! —sollozó Marinina—. Yo sé que, en el fondo, eres una buena persona…

—¡Buena lo será tu madre! —barbotó Brux, que no cabía en sí de ira.

—… pero no puedo seguir aquí contigo. ¡He de irme, he de escapar de aquí y encontrar mi destino! —siguió Marinina, ahogada en lágrimas, ignorando a Brux y su enfado—. ¡Adiós, madre! ¡Algún día volveremos a vernos! —salió corriendo calle abajo, seguida de cerca por Blancur, y se detuvo un momento para lanzar una última mirada a Ícaro Xerxes—. ¡Adiós, apuesto joven! ¡Espero que tu corazón te guíe de nuevo a la senda correcta!

Y salió disparada, despareciendo calle abajo junto con el perro. Ícaro Xerxes se quedó plantado en el porche, extendiendo aún la mano hacia la radiante joven, como si quisiera retenerla.

«¿Qué estoy haciendo?» se preguntó a sí mismo, un instante después. «¡Es una seguidora del Bien! ¡Yo detesto al Bien!»

—Joder, lo que faltaba —escuchó la voz de Brux, junto con unas pocas palabrotas más—. ¡Tú, alelado! ¿Eres del Fuerte?

—Sí —asintió Ícaro, aún sin tenerlas todas consigo.

—¡Pues persíguela, imbécil! ¡Esa chica es peligrosa! —le insultó, como si tratase con algún inepto nuevo recluta—. Yo subiré al Fuerte. ¡El Gran Emperador debe saber esto!

Ícaro tragó saliva, pero salió corriendo en la dirección en la que Marinina había desaparecido. Brux Belladona, mientras tanto, entró en su casa a coger las llaves, mientras murmuraba algo que muy probablemente serían más palabrotas.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *