Cualquier otro lugar · Página 18

2. Altoviti Pizza & Pasta

 

A pesar de que, en efecto, el circo no era santo de la devoción de Nina, se encontró regresando unos días más tarde con la intención de volver a contemplar la función de las cuatro. Había aceptado la invitación de Ray, pero pensaba pagar la entrada; no le parecía adecuado no hacerlo. Pero no lo consiguió. Tuvo que esperar una cola un tanto lenta, y, cuando por fin le tocó, tuvo la mala fortuna de que Ray apareció en ese momento por la entrada de la tienda.

—¡Nina! —la saludó, sonriente—. Louis, no se te ocurra cobrarle a esta señorita.

Louis, que atendía la taquilla con cara de tonto, miró a Ray sin cambiar de expresión, y volvió a lo suyo un momento después.

—Pase —dijo a Nina.

—Ray —dijo ella—, esto es muy amable por su parte, pero no puedo aceptarlo. Si voy a ver la función, es justo que pague mi entrada.

—No diga usted tonterías —insistió Ray, tomándola de la mano para conducirla hacia la carpa principal—. Está reteniendo la cola. ¿Dónde quiere sentarse?

Quería sentarla de nuevo en primera fila, pero Nina protestó, aduciendo que ya lo había visto todo desde ahí, y que prefería contemplarlo ahora desde la última.

—Bueno, como quiera —se resignó él—. Espero que le resulte una función amena.

Y con una sonrisa cómplice se marchó de nuevo. Nina, que, sinceramente, no estaba muy segura de por qué había vuelto, soportó toda la función con estoicismo admirable, e incluso le resultó entretenida una vez más. A pesar de que sus expectativas estaban bastante altas, el número de Ray no la decepcionó; y aplaudió con entusiasmo cuando terminó. En la pausa, fue a comprar una bebida y unas palomitas, para compensar que no la habían dejado pagar la entrada; después, volvió a reírse con el perrito del tutú, que le parecía más gracioso cada vez que lo veía. Entonces salió de nuevo el sorprendente Rupertini, esta vez acompañado por una muchacha menuda de cara pecosa y simpática. Aunque sintiéndose mal por ello, Nina lamentó un poco que la pobre Belinda no siguiera enferma del estómago, y que Ray no tuviera que sustituirla en aquella función. Pero Belinda y el sorprendente Rupertini llevaron muy bien su espectáculo; aquella vez, para el truco de los pañuelos, sacaron a una niña de la primera fila, que miró al mago con cara desconsolada cuando el truco no funcionó y se rió con ganas cuando lo hizo.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *