El Fuerte Oscuro de Kil-Kyron · Capítulo 13

13

Media hora más tarde, Orosc Vlendgeron y Beredik la Sin Ojos recibieron en el salón del trono al Sumo Sacerdote de Rabania. El Sumo Sacerdote era un hombre mayor, casi calvo, con una larga barba canosa y vestido con una túnica de un blanco inmaculado.

Cuando entró en la sala del trono, apenas se dignó a mirar a su alrededor.

—¡Señor del Mal! —imprecó inmediatamente al Gran Emperador de los Ejércitos Malignos—. ¡Tu camino es errado! ¡Desiste de tus propósitos, antes de que causes más sufrimiento!

—Eso dices, siervo balbuceante del Bien —insultó Orosc—, tú que te arrastras ante tus propias ideas, sin considerar el daño que estas hacen a los míos.

El Sumo Sacerdote pareció confundido.

—Si el Bien hiere a los tuyos, guardián de las tinieblas, es solo porque sus almas están consumidas por la oscuridad —replicó—. Ningún beneficio pueden obtener de esto; únicamente les llevará a su propia y horrible destrucción. Y lo mismo te pasará a ti, señor del Mal, si no corriges tu rumbo. ¡Aún no es demasiado tarde! El Bien es benevolente con los descarriados.

—Eso está muy bien, pues así puede ser benevolente con sus propios siervos —escupió Vlendgeron irguiéndose sobre su trono, muy metido en su papel de malvado Gran Emperador—. Mis súbditos no desean unirse a tus huestes, y dejar que tú y otros como tú escruten cada palmo de sus almas con su incesante luz. ¡Mis súbditos se regocijan en la oscuridad, en la guerra, y en la comida basura! Y lo mismo harán los tuyos una vez conquistados y esclavizados por el Mal.

—¡Nunca! —gritó el Sumo Sacerdote.

—¡Vuelve a tu asqueroso mundo de paz y confianza! —gritó a su vez Orosc—. Vuelve, y continúa engañándote, pues sabes que en el fondo de los corazones de tus servidores hierve el odio y el desdeo de hacer el Mal. ¡Y, muy pronto, nosotros les daremos esa oportunidad!

—¡Nunca! —repitió el Sumo Sacerdote—. Nosotros, los seguidores del Bien, jamás permitiremos que una cosa así ocurra. ¡Lucharemos por nuestras convicciones hasta el final!

—Como ya he dicho —dijo Vlendgeron—, sigue engañándote a ti mismo.

—Yo no me engaño —afirmó el Sumo Sacerdote—. He venido a decirte esto, malvado emperador: ríndete antes de que sea demasiado tarde. Durante mucho tiempo, demasiado, hemos tolerado tu presencia aquí; pero no lo haremos por más tiempo. Las ciudades cercanas, entre ellas Rabania, ya están reuniendo voluntarios, para así permitir a los servicios sociales cercar tu montaña cuanto antes, y rescatar a tus desgraciados seguidores del yugo de tu tiranía. ¡Ríndete ahora y vuelve al buen camino, o sufre las consecuencias!

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