El Fuerte Oscuro de Kil-Kyron · Capítulo 71

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En efecto, a través de los corredores por los que habían venido se escuchaba algo: un suave tintineo metálico. Orosc, Adda y Cori salieron al pasillo precipitadamente, y aguzaron el oído para detectar de dónde procedía aquel sonido.

—¡Está cerca! —farfulló Vlendgeron, echando a andar—. ¡En marcha!

Avanzaron hasta el final de la galería. El tintineo se hizo cada vez más y más notorio, hasta que estuvieron lo suficientemente cerca como para comprobar que venía de los conductos de cobre del fondo… y que algo se movía tras ellas.

—¿Quién hay ahí? —tronó el Gran Emperador.

Una un tanto sucia cabeza asomó por encima de las tuberías junto con una llave inglesa y unos alicates. Pertenecía a Mario Cirr, el fontanero-Consejero Imperial.

—¡Oh, hey, jefe! —exclamó alegremente—. ¿Qué pasa?

—¡Cirr! —lo saludó Vlendgeron, aliviado—. ¿Qué haces aquí?

—¿Cómo que qué hago aquí, jefe? —se extrañó el fontanero, sacando un pañuelo y limpiándose un poco la cara—. Arreglo tuberías.

—¿Dónde está todo el mundo?

—¿Eh? ¿Dónde? No sé; por aquí no ha pasado nadie en un rato.

—Ya lo sé; la fortaleza está vacía —se impacientó Orosc—. ¿Sabes qué ha pasado?

—¿Cómo que la fortaleza está vacía? —repitió Cirr, sorprendido, y escaló fuera de las tuberías—. Eso no puede ser. ¿Qué queréis decir?

—Eso: que no queda nadie en todo el fuerte excepto estas señoritas, tú, y yo —bufó Vlendgeron—. ¿Tú tampoco te has enterado de nada?

—No, yo llevo cuarenta y cinco minutos con esta juntura que no cierra ni a la de tres, y… pero ¿dónde ha ido todo el mundo?

—No lo sabemos, y estamos buscando a alguien que nos lo explique —frunció el ceño Cori Malroves.

—Pues ese alguien no soy yo —se rascó la cabeza Cirr—. Jefe. ¿Os acordáis de cuando desapareció la Sin Ojos? ¿Así, sin hacer siquiera «puff»?

—Sí… oh, no —Vlendgeron se llevó las manos a la cabeza—. ¿Crees que eso es lo que le ha pasado a todo el fuerte?

—Todo esto es muy extraño —remarcó Adda.

—Pero ¿cómo desapareció la Sin Ojos? —se alarmó Cori—. ¿Es que acaso el fuerte se está tragando a gente?

—No lo sé, y no suena muy plausible —concedió el Gran Emperador—, pero hasta que lo averigüemos, no es la mejor idea quedarse aquí dentro. Vamos; todos fuera.

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