El Fuerte Oscuro de Kil-Kyron · Capítulo 83

83

Vlengderon tragó saliva, fastidiado, y pasó revista mentalmente a todo lo que había pasado desde que Ícaro Xerxes Tzu-Tang había llegado a Kil-Kyron. Sí, no podía negarlo; demasiadas cosas habían pasado en contra de su buen sentido, y a veces hasta de su voluntad. Disgustado, tuvo que reconocerlo: se la habían jugado.

—Está bien —barbotó, iracundo—. Y ahora ¿qué podemos hacer?

—¡Nosotros, nada! —gritó Beredik—. ¡Para eso los he traído a ellos!

Volvieron la mirada hacia la compañía de Neutrales trajeados, que bajo el mando del de la corbata roja habían llegado ya hasta donde estaban Marinina e Ícaro Xerxes. Los rodearon formando un corro, y, todos al unísono, levantaron bruscamente sus rifles, y los clavaron en el suelo por la parte de la culata.

—¿Qué hacen? —se estresó Cori, a la que ya se le había pasado el susto del chillido que le había pegado la Sin Ojos—. ¿Es que no van a dispararles? ¡Así no pueden apuntar!

—¡Tranquila! —exclamó Beredik, haciendo un gesto grandilocuente—. ¡Son expertos! Espera y verás.

En efecto, los trajeados se agacharon junto a los rifles que acababan de clavar en el suelo, y pulsaron un botón que hacía las veces de gatillo. Los rifles dispararon ruidosamente, y proyectaron hacia el cielo una salva de bolas unidas por cables a la punta de las armas.

—¡Eso no servirá de nada! —siguió gritando Cori—. ¿Por qué no les apuntan directamente a ellos?

—¡Cállate de una vez! —gruñó Vlendgeron, que observaba todo con atención—. Veamos qué hacen.

Cori cerró la boca a regañadientes, pero aún así se colgó de la manga de Adda, nerviosa. Sin embargo, Vlendgeron tenía razón: al cabo de un momento, las bolas que habían disparado los rifles se abrieron en el aire, como una especie de paracaídas. Pero, en lugar de caer de nuevo hacia el cielo, siguieron ascendiendo, aunque mucho más lentamente; y se acercaron unos a otros y se unieron entre sí automáticamente, formando un enorme toldo curvado que flotaba en el aire y cubría todo el terreno sobre las cabezas de Ícaro Xerxes y Maricrís.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *