—Sí, ya —farfulló Godorik, dejando caer sus posaderas sobre el sofá.
—Eres un cyborg, ¿verdad? —preguntó Ran.
Godorik pasó la vista de uno a otro, con expresión de fastidio.
—Sí —contestó.
Ran entrecerró los ojos.
—¿Uno legal?
—No… no exactamente —carraspeó Godorik.
—¿Tú también eres miembro de una banda? —intervino Ran—. Los miembros de las bandas a veces se implantan brazos mecánicos, u otras cosas. Como ese tipo que casi nos tira del quad…
—No, no —negó Godorik—. Lo que ocurre es que sufrí un accidente.
—¿Qué clase de accidente?
—Me pegaron un tiro y luego me caí por el Hoyo —explicó Godorik, incómodo—. Un… conocido me operó para salvarme la vida.
—Qué historia más extraña —acusó Ran, que parecía nervioso; seguía mirando por la ventana como si esperase ver aparecer una tropa por la calle de un momento a otro.
—Ya —gruñó Godorik. En ese momento volvió a entrar Mendolina Rodríguez, llevando un plato de revuelto de pescado, que estampó sobre la mesa.
—Cómete eso —ordenó—. ¿Cómo decías que te llamabas?
—Soy Godorik Díaz —contestó este, contemplando el revuelto de pescado con un suspiro. Pero seguía teniendo hambre, así que se sentó a la mesa y comenzó a comer.
—Bien, Godorik, pues he de decirte, como ya le he dicho a estos muchachos, que has tenido mucha suerte de que yo pasara por la zona ocho en ese momento. Estar en la calle cuando se declara un altercado es muy peligroso, y…
—Ya se lo hemos explicado varias veces —se lamentó Ran—. No ha sido culpa nuestra.
—Culpa o no culpa, podríais estar muertos ahora mismo —continuó regañándoles Mendolina—. Esos Beligerantes…