Godorik, el magnífico · Página 110

—Bueno, como veas —Mendolina se encogió de hombros, y se levantó también—. Espera un momento.

Y se metió en la cocina. Godorik, que sospechaba que acababa de toparse con un segundo Manni, se apresuró a despedirse de Ran y Edri.

—Te llamaré si averiguo algo de lo tuyo —volvió a asegurar Edri.

—Pero entonces —protestó Ran—, ¿volverás cuando puedas derrotar al líder de los Beligerantes?

—Pero…

—¡Eso! ¡Eso! —intervino Edri—. Tómatelo así: estás en una misión para hacerte más fuerte, y cuando vuelvas podrás vencer a la injusticia y rescatar a los necesitados.

La vuelta de Mendolina salvó a Godorik de tener que responder a este nuevo despropósito. La vieja señora volvió con un enorme bote de pastel de coliflor y otro del revuelto que le había servido antes, y varios briks.

—Toma —dijo, entregando sus artículos a Godorik, uno por uno—. Aquí tienes, para el camino: lo que ha sobrado del pastel de coliflor… un poco de pescado, que es muy bueno para la salud (y este es bueno de verdad, es de las piscifactorías de los medios niveles, no esa porquería que crían allí bajo el nivel 27)… un brik de agua calcificada… uno de zumo de naranja, ya sabes, por las vitaminas…

—Mi buena señora —consiguió interrumpirla Godorik, que no habría podido transportar todo aquello de ninguna manera—, se lo agradezco mucho, pero ¿es que se ha creído usted que soy una especie de vagabundo muerto de hambre?

—Bueno, muchacho, como dijiste que estabas «desnivelado»… —se quejó Mendolina—. Aparte, hay que colaborar con los defensores de la justicia, ¿no es así?

Godorik, a punto de perder la paciencia, condescendió a aceptar nada más que el brik de zumo de naranja, y se despidió de los tres con toda precipitación, para no darles pie a decir más estupideces. Salió de casa de Mendolina, que era un piso en la zona 10 del nivel 25, en un edificio tan destartalado como todo a su alrededor. Pese a la paranoia de Ran, que cuando él salió todavía seguía echando ojeadas por la ventana, no había ni rastro de los Beligerantes por la calle; de hecho, no había absolutamente nadie en la calle.

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