—Como ya le he dicho, soy la gestora del nivel 9 —después de sentirse intimidada por un momento, Mariana contraatacó adelantándose de nuevo; el otro, que estaba bien asomado a la puerta, se retiró un poco—, y tengo un interés personal en este caso; y he de decir que la actitud del señor Garvelto, aquí presente, ha sido desde el principio realmente sospechosa.
—¿Y por eso han venido a su casa a intimidarle en medio de la noche? —dijo el hombre—. ¿A un ancianito?
—Oiga, nosotros solo… —intentó intervenir Godorik, al que, tal y como estaba pintando las cosas aquel tipo, no le parecía de repente que su conducta fuera la más apropiada del mundo.
—¿Y usted qué es? —lo interrumpió Mariana, haciendo que Godorik estallase en un suspiro exasperado—. ¿Su hijo? ¿Su nieto? ¿Qué tiene usted que ver con todo esto?
El hombre carraspeó.
—Soy una de las personas que hacen uso de ese local con frecuencia —dijo—. Señora, respóndame con sinceridad: ¿eso de que hay un testigo que presenció los asesinatos es cierto?
—Sí —contestó Mariana, confundida.
—¿Y usted solo pretende resolver el caso en beneficio de los habitantes de su nivel? ¿No es un agente de la policía?
—No; pero si no colaboran ustedes conmigo, es probable que un agente de la policía auténtico se presente aquí pronto.
—No hay necesidad de amenazas —exclamó el otro, airado, y abrió la puerta—. Pasen.
—¡No! —se quejó Isebio Garvelto, mirando a su compañero con incredulidad—. ¿Vas a fiarte de ellos?
—Parece que ellos tienen información que necesitamos, y que nosotros tenemos información que necesitan ellos. ¿Qué salida tenemos?
—Así que saben ustedes algo —lo acusó Mariana.
—Enseguida se lo explicaremos —escurrió el otro el bulto—. Como ya sabe, o imagino que al menos sospecha usted… esto es un asunto muy serio.