—Intentaré buscarlo en esta dirección —dijo en dirección a Manni, que aún parecía algo ofendido, por si hacerle ver que su ayuda había servido de algo le mejoraba un poco el humor. Manni pitó y le deseó suerte.
La dirección que aquellos anticuados papeles atribuían al Vicecomisario estaba en el nivel 13. Godorik conocía bastante bien los niveles 17 a 13, que eran la zona por la que antes se movía con más frecuencia, con lo que llegar hasta allí no le resultó difícil. Preguntándose solo ahora si lo que estaba haciendo tenía algún sentido, avistó el bloque en que el debía encontrarse la vivienda en cuestión.
En el nivel 13 siempre había bastante actividad, y ni siquiera a aquellas horas de la noche estaban las calles vacías. Godorik se embozó en su abrigo y contempló el edificio desde una esquina, procurando no parecer demasiado sospechoso. Aunque pasase gente por delante del portal, para entonces ya se tenía por suficientemente sigiloso como para poder escalar hasta una ventana sin llamar excesivamente la atención, si es que era capaz de localizar la ventana correcta; pero este plan tenía un problema grave, que era que el maldito bloque no tenía ventanas. O, mejor dicho, tenía ventanas, pero estas no eran más que unas estrechas rendijas verticales sin abertura suficiente como para que una persona pasase por ellas; ese estilo de construcción, que le resultaba feo además de poco práctico, había estado de moda unos ochenta años antes, y aún quedaban diseminados por la ciudad bastantes edificios que lo conservaban, y que tenían todos un gris aspecto de cárcel.
Godorik gruñó para sí y se preguntó qué hacer. Un momento después, el recuerdo de su visita con Mariana a Isebio Garvelto acudió a su memoria, y la respuesta le pareció evidente: llamar a la puerta.
—Oh, vamos —protestó para sí. Pero, pensándolo un poco mejor, quizás era la idea más razonable: venía a solicitar la ayuda del Vicecomisario, y podía empezar con mejor pie si no allanaba su casa directamente.