—Eso creo yo también —dijo Godorik—. ¿Me habéis llamado y hecho venir hasta aquí y ni siquiera sabéis cómo queréis que os ayude?
—¿Qué íbamos a hacer? Es una emergencia, y pensamos que nuestro amigo el superhéroe…
—¿Y por qué no habéis llamado a la policía? —la cortó Godorik—. Es lo que habría que hacer en estos casos. De hecho…
—¡No se te ocurra llamar a la policía! —se asustó Edri—. ¿Quieres que nos metan en la cárcel?
—¡Por lo que más quieras, baja la voz! —se estresó Ran, en voz no tan baja él mismo.
De repente, uno de los jóvenes de fuera asomó la cabeza por la puerta del almacén. Edri y Ran se hicieron tan pequeños detrás de su caja como les fue posible; Godorik se agachó un poco, aunque continuó espiando a hurtadillas.
—¿Qué pasa, Map? —se escuchó fuera.
—Creo que he oído algo ahí dentro —contestó el tal Map, entrando en el almacén y mirando a su alrededor.
—Serán ratones, chaval.
Map, no tan convencido, escudriñó las cajas desde la entrada un momento más.
—Serán —bufó al fin, y se dio la vuelta.
Edri y Ran soltaron un quedo suspiro de alivio. Entonces, Ran estornudó.
—Pero será posible —murmuró Godorik para sí, reprimiendo el deseo de llevarse las manos a la cabeza.
—¿Quién anda ahí? —exclamó Map.
—Pero ¿qué es lo que pasa? —insistió su colega, asomando también por la puerta.
—¡Ahí hay alguien, Coque! Estoy seguro. He oído a alguien estornudar.
—Sí, bueno —contestó Coque, sin mucho entusiasmo—. ¿Sabes que los ratones también estornudan?