—¿Cómo se ha subido al tejado?
—¡Baja o disparo! —exclamó alguien, apuntándolo con otro rifle.
Tomándose su tiempo, Godorik flexionó las rodillas. Saltó del tejado, y aterrizó limpiamente en el centro del grupo de pandilleros.
—¿Se puede saber de qué vais? —dijo.
Desconcertado, el del rifle volvió a apuntarlo a toda prisa.
—¿Eh? —dijo alguien.
—Con esas pintas tan ridículas, armados hasta las cejas y vigilando un almacén. ¿Qué se supone que estáis haciendo?
—¿Y a ti qué te importa? —preguntó alguien—. ¡Levanta las manos o disparo!
Godorik siguió sin inmutarse.
—Llevadme ante vuestro líder —dijo.
—¿Qué le pasa a este tío? —comentó alguien más.
En ese momento apareció Coque, aún haciendo avanzar a Ran y a Edri a punta de pistola.
—Aquí están los dos intrusos —dijo, antes de darse cuenta de que Godorik estaba de repente en medio de todo—. ¡Eh! ¡Este es el otro!
—¡Ay, no! —se lamentó Edri—. ¿Cómo has conseguido que te pillen tan rápido?
Godorik tosió sonoramente.
—He dicho «llevadme ante vuestro líder» —repitió.
Pero los Beligerantes parecían algo confundidos.
—¿Qué dice?
—¡Ja! ¡Zas, estáis en problemas! —saltó, por supuesto, Edri, que parecía incapaz de mantener la boca cerrada cuando se ponía nerviosa—. ¡Este es Godorik, el justiciero! ¡Ahora derrotará a vuestro cabecilla y se convertirá él mismo en el líder de la banda, y ya veréis!
—¿De qué hablas? —dijo Map—. Eso no funciona así.
—¿Cómo que no? —se extrañó Edri—. Pero Mendolina dijo…