—¡Claro que no! —se rió el pandillero, aunque un momento después se vio obligado a admitir—. Bueno, sí, sí que funciona así, pero solo si eres un miembro de la banda. ¡Lo contrario sería ridículo!
Edri, contrariada, empezó a refunfuñar.
—Mira, da igual —se exasperó Godorik—. Llevadme ante vuestro líder de todas maneras. Tenemos un par de cosas que discutir.
—Callaos todos de una vez —dijo Coque, dándole un pescozón al pobre Ran, que era el único que aún no había dicho nada—. ¿Qué vamos a hacer con ellos?
—Uh… pues… —contestó otro, el que seguía apuntando infructuosamente a Godorik, que parecía cada vez más frustrado de ver que este le ignoraba—. Supongo que tendremos que llevarlos ante el jefe.
Edri abrió la boca. Godorik alargó el brazó, y se la tapó tan rápidamente como pudo.
—Bueno, está bien —asintió Coque; y se volvió hacia sus prisioneros—. El jefe os va a llenar de agujeros; ¡malditos espías!
Godorik se abstuvo de hacer más comentarios, y tampoco permitió que los hiciera Edri. Coque, Map y un par más de los pandilleros se pusieron en marcha, y siguiendo la Tubería los guiaron un par de calles más allá.
—Esto va a acabar mal —mascullaba Ran por lo bajo—. Sabía que no teníamos que haber llamado a este idiota; no tiene ni idea de…
—Me estoy metiendo en problemas por vosotros, así que menos quejarse —le espetó Godorik, exasperado. Se volvió hacia los Beligerantes, y cruzándose de brazos preguntó—. ¿Dónde vamos exactamente?
—A ver a nuestro «líder»; ¿no era eso lo que querías? —farfulló Coque—. Qué tipo más raro.