Siguió corriendo hasta llegar a los ascensores. Se encerró en uno sin perder un instante; temía que lo persiguieran, aunque no había visto a nadie detrás de él desde que dejó atrás al sereno. Apretó el botón del nivel 27, y respiró aliviado cuando el cacharro se puso en marcha; pero el alivio le duró apenas unos segundos, cuando de repente el ascensor se tambaleó y se paró en seco. Godorik perdió el equilibrio y cayó al suelo.
—¿Qué ocurre? —farfulló, levantándose de un salto. No tardó en obtener respuesta, porque casi inmediatamente se encendió la pantalla del ascensor, y apareció el logo de la policía de Betonia.
—Este ascensor ha sido detenido a petición de la policía —informó la voz automatizada del sistema—. La causa de la detención es el incidente #17: potencial sospechoso a bordo.
—Bien, ¡gracias por la información! —estalló Godorik, muy agitado, mirando a su alrededor en busca de algún lugar por el que escapar. Al menos tenía la constatación de que antes, cuando no quería usar el ascensor, no estaba siendo demasiado paranoide. Pero ahora tenía que salir de allí, y no sabía cómo: por supuesto, la puerta no se abría, el techo no tenía ninguna portezuela de emergencia, y no había ningún otro indicio de una abertura que condujese fuera de aquella caja metálica—. Ah, ¡a hacer puñetas!
Dio un paso atrás para tomar impulso, y sin más dilación estampó el puño contra la puerta del ascensor. Esta se abolló. Godorik se echó hacia atrás de nuevo, y volvió a golpearla varias veces, hasta que los goznes cedieron y la puerta se desprendió del marco.
—Atención, atención —informó la voz automática—. El ascensor ha sido dañado por causas desconocidas. Rogamos a los pasajeros que se mantengan en el interior hasta que pueda ser enviado un equipo de ayuda.