Godorik, el magnífico · Página 84

—Qué bien vive alguna gente —gruñó Godorik, y empezó a mirar a su alrededor, preguntándose cuál sería la mejor forma de entrar. Al contrario que cuando se había encontrado en la misma situación en el nivel 7, había pocas ventanas que todavía tuvieran luz; pero también pasaba más gente por la calle. Godorik se preguntó por un momento si subir las escaleras y llamar a la puerta del piso no sería una opción; pero luego recordó que necesitaría que alguien le abriese el portal, y que era poco probable que ello ocurriese sin levantar más sospechas de la cuenta. Así que terminó por resignarse, e imaginar que saltar por la fachada hasta el segundo piso y enchufar el AgaraCristal, igual que había hecho en casa de Severi Gidolet, seguía siendo lo más razonable. Y eso hizo, tras esperar pacientemente unos minutos hasta que no pasara nadie por la calle; puesto que no quería que nadie lo viera realizando la proeza de subir a un segundo piso de un salto.

Tuvo suerte, y no hubo de esperar mucho antes de que no hubiera nadie a la vista. Saltó al segundo piso y colocó el AgaraCristal, que repitió el flipante proceso que había realizado en casa de Severi Gidolet: puso de color fucsia el vidrio que había a su alrededor (aunque esta vez, observándolo con más detenimiento, Godorik se percató de que en realidad el vidrio no se había coloreado, sino que era todo efecto de la iluminación que el AgaraCristal despedía por una especie de LEDs situados a los lados del disco), lo chupó como si fuera líquido, y se dejó caer después de dejar en la ventana un agujero circular de tamaño suficiente para que cupiera una persona.

Godorik volvió a atrapar el cacharro en plena caída, y se dijo que tendría que sugerirle a Agarandino que mejorase aquella funcionalidad: porque como algún día se entretuviese un segundo en alguna otra cosa, no llegaría a tiempo de agarrarlo y caería a la calle y se haría pedazos, probablemente. (A no ser que el buen y loco doctor le hubiese incorporado una función antichoques que lo hiciese rebotar como una goma ante la amenaza de impacto; aquel hombre era capaz de todo.) Pero ese no era el momento de preocuparse por ello; Godorik se guardó el aparato y se coló por el agujero que había creado, y que esta vez estaba a una altura más razonable, para evitar que tuviera que contorsionarse tanto.

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