—Exactamente eso —contestó Edri, y se dirigió a su compañero—. Ran, ¿dónde nos llevas? ¡La casa está por allí!
—No, no, ¡está muy lejos, y los Beligerantes ya están por esa zona! —respondió a eso Ran—. ¡Tenemos que llegar a la Tubería! Allí estaremos a salvo.
Godorik quiso preguntar qué era la Tubería, y qué eran exactamente los Beligerantes, y cómo podía producirse una conmoción así sin que la Computadora la detuviese; pero empezaba a quedarse sin aliento, así que prefirió guardarse sus preguntas para más tarde. Llegaron al fondo de la calleja por la que se habían adentrado, y dieron la vuelta a la esquina; y se toparon de bruces con un hombre con un rifle.
—¡Aaaaah! —chilló Edri, sobresaltándose. El hombre, que llevaba parte de la cara tapada por un pañuelo rosa con lunares pero que por lo demás parecía bastante amenazador, se asustó casi tanto como ellos; dio un paso atrás y empuñó el arma.
—¡No dispare! —gritó Ran.
Godorik no esperó a ver si disparaba o no; se abalanzó sobre sus dos compañeros y los tiró al suelo. Lo hizo justo a tiempo, porque el hombre apretó el gatillo, y una bala pasó silbando por encima de sus cabezas. Aunque aturdido, Godorik reaccionó casi como en piloto automático, y se movió rápidamente; estiró una pierna y engachó la rodilla de su oponente, y con el impulso del movimiento y la fuerza de su extremidad robótica, lo hizo perder el equilibrio y caer. Inmediatamente, Godorik se arrojó sobre él, atrapándole el brazo que sostenía el rifle, y empezando a pegarle puñetazos en la mandíbula, hasta que lo noqueó.
—Uh… huff —jadeó, atontado, cuando se dio cuenta de que su adversario ya estaba K.O.; se incorporó, dio un paso atrás, tropezó con el rifle, y volvió a caer al suelo sobre su trasero. Edri y Ran, mientras tanto, alzaron tímidamente la cabeza, como preguntándose cómo no estaban muertos todavía.
Hola, tita gran obra, lo que estoy leyendo por ahora, me esta gustando bastante aunque todavía me falta por leer.
Gran trabajo, enhorabuena. 🙂 🙂
¡Muchas gracias! 🙂