Al principio pensó en el Hoyo; pero, al contrario que en otros niveles, era probable que en el nivel 1 también el Hoyo estuviese vigilado. No es que hubiera muchas personas que pudiesen subir desde el nivel anterior de un salto, o quisieran intentarlo; pero a veces pasaba que la gente se descolgaba con arneses de seguridad y hacía alpinismo a través del agujero, y eso estaba prohibido. Incluso, en ocasiones, alguien había intentado colar pequeños robots voladores por allí; y en la peor de esas ocasiones habían hecho detonar una bomba no muy lejos del Banco Central. No, era casi seguro que el Hoyo estaría vigilado.
Godorik deambuló durante un rato por el nivel 10, buscando alguna otra forma de subir. Iba tan absorto, mirando al techo, que terminó por darse de bruces contra una columna.
—¡Ay! —exclamó, frotándose la nariz. Había chocado con uno de los postes de transporte ligero, unos conductos de un metro de diámetro que funcionaban igual que los tubos aspiradores de papeles de la comisaría de policía: si alguien quería transportar algo medianamente grande de un nivel a otro, lo empaquetaba y lo colocaba en el interior de un tubo de subida o de bajada. Los tubos de subida aspiraban entonces los objetos mediante un chorro de aire, mientras que los tubos de bajada los dejaban caer (y después detenían su caída mediante otro colchón de aire, en el caso de los tubos de bajada de objetos frágiles). Había muchos a lo largo y ancho de la ciudad, y aún así para utilizar los más solicitados casi siempre había cola, como para los ascensores. Y eso que el servicio no era especialmente barato, y los precios no dejaban de subir.
Godorik observó el conducto con más detenimiento. A nadie se le ocurría, normalmente, intentar utilizar aquello como un ascensor; no porque una persona de tamaño medio no cupiera dentro con creces, sino porque el sistema no estaba adaptado para esa clase de uso, y podían ocurrir accidentes graves. Además, la mayor parte de los tubos no estaban pensados para transportar más de cincuenta kilos, con lo que a prácticamente cualquier persona que entrase en el tubo la máquina le diría que excedía el límite de peso, y se negaría a ponerse en marcha. (Godorik había leído alguna vez alguna noticia que otra sobre gente muy delgada que había intentado subir un par de pisos por este sistema. La mayor parte de ellos acababan en el hospital, aunque también había más de uno al que no le había pasado nada. Las fuentes oficiales siempre pintaban esto como una suerte increíble, casi milagrosa, y hacían énfasis en todos los otros casos que habían terminado fatalmente.)