Herodes y la Estrella · VIII

ESCENA 10

(Hannah se sienta en un taburete, moliendo vigorosamente cereal imaginario con utensilios que solamente podemos visualizar por sus movimientos. Su hijo, Rafael, está a su lado sujetando la imaginaria bolsa donde su madre pone el cereal que ha molido. Hannah se para un momento para pasarse la mano con la frente y suspirar, entonces continúa.

Entra el Pastor por la izquierda, y se queda mirando a Hannah. Rafael lo ve, deposita su saco imaginario en el suelo, y corre a abrazar a su padre, agarrándolo con fuerza por la cintura.

Rafael — ¡Papá! Creí que te habías ido para siempre. Intentaba no llorar cuando lo pensaba, pero la verdad es que no podía parar.

(Hannah ni siquiera los mira. Sigue moliendo como si nada.)

Hannah — Así que ¿has terminado ya de adorar al Mesías?

Pastor — Lo adoraré mientras viva.

Hannah — ¡Qué gran idea! Y esperas que en veinticinco años o lo que sea, cuando el niño esté crecidito y se haya hecho un gran guerrero, él nos liberará de nuestros opresores. ¿Eso piensas?

Pastor — De alguna manera, lo hará.

Hannah — ¿Nos librará de nuestra pobreza? ¿Del hambre? Debes saber que tuve que ir al vecino y pedirle un puñado de mijo para hacer un poquito de pan. ¡Tuve que mendigar! ¡MENDIGAR! ¿Qué clase de hombre eres? ¿Qué clase de esposo? ¿No tienes orgullo?

Pastor — Nunca he sentido orgullo.

Hannah — Ya veo. Ni una pizca se te ve. Te quedas ahí sentado con toda tranquilidad mientras yo me desvivo por alimentar a la familia.

Pastor — Dios proveerá.

Hannah — ¡Oh! ¿Cuándo? ¿Cuando el viento se lleve lo que queda de nuestra casa? ¿Reparará Dios las ventanas? ¿Las paredes? ¿Nos dará refugio cuando estemos sin techo por la noche en una tormenta?

Pastor — Si las cosas llegan a eso, lo hará.

Hannah — ¡Envidio tu fe! Y ahora deberías ir a ver lo que queda de tu rebaño. He oído a los ladrones por la noche. Tu fiel perro intentó ahuyentarlos, pero volvió a casa con un buen rasguño sangriento. Seguro que está ahí todavía haciendo lo que puede.

Pastor — Todos hacemos lo que podemos, teniendo en cuenta nuestras limitaciones.

Hannah ¡Qué bien lo sé!

(Deja de moler y, por primera vez desde que volvió, lo mira.)

Hannah—Sí, nuestras limitaciones.

(Continúa moliendo, ahora con gentileza.)

Hannah — Lo sé.

Rafael —Papá, quiero subir contigo a la colina. ¡Llévame!

Hannah — Cuando volváis, habrá pan y leche para la cena.

Pastor Gracias.

Hannah Mi talento es para cosas de este mundo, no para el de los ángeles.

Pastor Ese talento de que hablas nos mantienes vivos.

Hannah Apenas, pero gracias por reconocerlo.

(El pastor y el niño se van. Ella los mira pensativa, y luego coge la fuente donde tenía la harina, y sale también, mientras la cantante canta las últimas líneas de la La esposa insatisfecha.)

LETRA: La esposa insatisfecha

“Una ventana rota,

Una alhacena sin pan.

¿Pensé yo en eso,

Aquél día en el cerro

Cuando de él me enamoré,

Cuando de él me enamoré?

Me decía que él sabía

Cuantos reales tiene un doblón,

Pero ahora el contar no se estila

Porque nunca hay bastantes chavos.

¿Pensé yo en eso

Aquél día en el cerro

Cuando de él me enamoré,

Cuando de él me enamoré?

Hoy me salió una cana—

¡Adiós, juventud,

Adiós esperanza,

Adiós, juventud!

¿Pensé yo en eso

Aquél día en el cerro

Cuando de él me enamoré

Cuando de él me enamoré?”

 

Autores: Charles Frink & Resurrección Espinosa

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