Godorik, el magnífico · Página 144

—Seguro que ha habido desapariciones en otros niveles —refunfuñó Godorik, cuya confianza en la policía computerizada había alcanzado niveles mínimos—. En fin, no importa. Tendré que investigarlo yo.

—¿Qué piensas hacer?

—Visitar a ese Isebio Garvelto; ¿qué otra cosa puedo hacer? —gruñó él—. ¿Sabes dónde vive?

—Sí, tengo su dirección.

—Estupendo; apúntamela, e iré hacia allá —pidió Godorik.

—¿Ahora?

—¿Cuándo si no? La noche es joven.

—No creo que a ese señor le guste mucho que lo saquemos de la cama —gruñó Mariana, mientras apuntaba la dirección—, pero bueno, qué le vamos a hacer. Dame un minuto para que me vista.

—¿Es que piensas venir? —se sorprendió Godorik.

—¿Es que piensas impedírmelo?

—No, pero… ¿para qué?

—Para ayudarte; ¿no está claro?

—Mariana, voy a hacer cosas ilegales. Como asaltar domicilios, por ejemplo.

—Todo por el bien común —contestó ella, poniendo los ojos en blanco, y dejando a Godorik con la duda de si lo decía en serio o si se estaba burlando de él.

Mariana tardó apenas unos minutos en vestirse, y enseguida se pusieron en marcha. Ella ya había abierto la puerta del piso cuando Godorik dijo que él volvería a salir por la ventana del baño.

—¿Se puede saber por qué? Vas a destrozarme la fachada con tanto escalar.

—No quiero que me graben saliendo de tu portal —gruñó Godorik.

—Y te da igual que te graben saliendo de mi ventana —farfulló ella—. En fin, haz lo que quieras.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *