6. Ray toma una decisión
Las navidades se fueron tan rápidamente como habían venido, y Año Nuevo pasó también en un abrir y cerrar de ojos. Ray pasaba ahora prácticamente todo su tiempo libre en casa de Nina, y los dos estaban enamorados y eran tan felices como podían serlo… excepto por una cosa.
—Nina —empezó un día Ray, cuando los dos estaban tumbados en el sofá.
—¿Qué pasa, Ray?
—El circo se va pronto —musitó él.
Ella abrió los ojos.
—¿Cuándo? —preguntó.
—El lunes que viene —bufó él—. A Nantes, creo, o a sus alrededores.
—¿Tienes que irte? —dijo ella, con voz temblorosa.
—Sí —contestó él, tras un momento—. Sí.
Nina se acurrucó contra él, desconsolada.
—No quiero que te vayas —sollozó—. Ojalá no tuvieses que irte. Cómo me gustaría que pudieses quedarte aquí, conmigo… vivir aquí conmigo.
—A mí también me gustaría —murmuró él, deprimido.
Permanecieron abrazados un rato más. De repente, Ray soltó:
—En realidad… no tengo por qué irme.
Nina levantó la cabeza y lo miró con ojos muy abiertos.
—¿Qué quieres decir? —preguntó.
—No tengo por qué irme con el circo si no quiero —explicó él—. Podría dejarlo, y quedarme aquí, en París, contigo.
—Pero Ray, si es tu trabajo —exclamó ella.
—Sí —asintió él—, sí que lo es… Pero siempre puedo cambiar de trabajo. —suspiró—. No es una idea tan peregrina como suena. Al fin y al cabo, no me hago más joven.
—Tienes veinticinco años —protestó Nina.