Quizás tenía sentido; Edri le acababa de gritar, un instante atrás, que se moviera de una vez, cuando él pensaba que se estaba moviendo tan rápidamente como podía…
Volvió a la realidad con un sobresalto, para encontrarse con Coroles de nuevo casi a un paso de él. ¡Qué se le ocurría, quedarse embobado en un momento como aquel! Pasando todo su peso a su pie izquierdo, giró el cuerpo y se apartó en el último momento de la trayectoria de su oponente. Coroles no pudo parar, y esta vez fue él el que acabó tirado en el suelo.
—Ufffff —se escuchó un suspiro de alivio de Edri.
Godorik, aún medio ensimismado, continuó cavilando mientras contemplaba por detrás el cráneo de Coroles. También esta vez el hombre se había acercado sin que él lo notase, pero había sido porque no estaba prestando atención; no tenía la impresión de que se hubiera transportado como por arte de magia.
En cualquier caso, si aquello era verdad, lo único que tenía que hacer era no mirar al otro a la cara.
Coroles se levantó, con la cara roja de furia. Masculló unas palabras y echó una ojeada rabiosa al del pelo fosforescente antes de seguir.
—No creerás lo que te ha dicho ese cobarde, ¿no? —dijo a Godorik.
—¿Debería?
—No —escupió, saltando a por él.
Godorik, aunque aún un tanto distraído, reaccionó rápido esta vez. Estampó la palma en la cara de Coroles y lo hizo perder el equilibrio antes de que pudiera recuperarse de la sorpresa. Lo tiró al suelo, esta vez de espaldas.
—Pues no parece que sea mentira —silbó, mientras el otro se retorcía sobre el cemento como una oruga, intentando saltar de nuevo sobre sus pies.
—Maldito seas —farfulló Coroles.
Incorporándose rápidamente, no se tomó ya ningún tiempo tratando de hacer que Godorik lo mirase a los ojos; le dirigió directamente un puñetazo a la mandíbula con su derecha cibernética. Godorik lo esquivó fácilmente, y le dio un codazo en la cabeza, derribándolo de nuevo.