En cualquier caso, no descubrió nada sospechoso de ser una cámara, y tampoco cayó ninguna red del techo para atraparlo en los siguientes treinta segundos. Godorik se preguntó si debería quizás tratar de abrir la puerta; era posible que eso sí accionase una alarma, lo que no parecía muy buena idea, pero posiblemente de esa manera conseguiría verse las caras con el tal Nicodémaco Gidolet que había montado todo aquello. Si es que ese hombre existía, y era el propietario del lugar; porque los datos del registro también podían ser falsos, y Godorik empezaba a no estar seguro de nada, y a pensar que al igual que en el caso de Severi Gidolet no sabía dónde se había metido, pero que no parecía ser nada que tuviese que ver con él.
Pensándolo mejor, decidió no abrir la puerta. Podía encontrarse de repente en problemas serios; y si aquella encerrona, como parecía, no tenía nada que ver con él, lo que averiguaría probablemente tampoco le serviría para nada. El riesgo no compensaba la posible recompensa, y aunque le fastidiaba un poco haber ido hasta allí para volver con las manos vacías, tenía que asumirlo: ninguno de los dos Gidolets que había seleccionado del Registro parecía ser su hombre.
Desquitándose con un ruidoso suspiro, Godorik volvió a colarse por la ventana, y una vez fuera se preocupó un poco por el agujero que había dejado en el cristal. En el caso de Severi Gidolet también le había disgustado ir por ahí fastidiando propiedad privada, pero al menos aquel hombre vivía en su casa, y podía arreglarlo pronto; pero este agujero probablemente se quedaría allí un tiempo, y siendo bastante visible desde la calle llamaría la atención, y la gente empezaría a preguntarse cómo demonios podía hacerse en el vidrio de la ventana un agujero tan extraño, y quién se dedicaba a ello. Pero ya no tenía remedio, y como Godorik no pensaba que nadie más supiera de la existencia del AgaraCristal, versión 3.1 mejorada (y menos aún si el doctor Agarandino llevaba diez años sin pisar la ciudad), no se inquietó mucho más por ello.