—Nina, por favor, no llores más. No quería lastimarte, entiéndelo. Olvida todo lo que he dicho, ¿vale? Yo solo me preocupo por ti, y… pero no llores, no llores. Haz como si no hubiera dicho nada.
Nina asintió, con la cara escondida entre las manos. Él pareció un poco más aliviado.
—¿Todo está bien, entonces? —preguntó.
Ella asintió una vez más, aún sin mirarlo.
—Déjame, por favor —dijo.
Jean quiso decir algo más, pero no se le ocurrió qué. Tímidamente, le dio a su prima un par de asustadas palmaditas en la espalda, y después se dio la vuelta y salió del baño. A la salida, Ray y él intercambiaron una mirada durante un instante, pero solo fue suficiente para hacer preguntarse al primero qué demonios le habría pasado al primo de Nina para parecer de repente tan agitado.
En el interior del baño, Nina se secó cuidadosamente las cuatro lagrimitas que había conseguido derramar.
—Ah, querido Jean —dijo para sí, mientras se lavaba las manos y volvía a retocarse el maquillaje—, te queda mucho por aprender.