8. Nina Guillory
Pasaron muchos años antes de que Nina volviera a ver a Ray.
Terminó sus exámenes en julio, y salió bien parada de todos ellos. Cuando comenzaron las vacaciones, ya podía decir que era filóloga. Tras luchar un poco más contra sus padres, acabó por ceder, y permitió que le presentaran a Gérard Guillory; lo conoció al fin en otra de las veladas del hijo del recientemente fallecido octogenario señor Patenaude, que, a pesar de tantos rumores y habladurías, había dejado finalmente el palacete y todo lo que contenía a su hijo mayor. Si la señorita del sur de Francia había existido o no, si era una persona auténtica que se había quedado con un palmo de narices o si era solamente una invención de mentes imaginativas, quedó como tema de conversación en las cenas de los aburridos magnates y sus aún más aburridas mujeres.
El señor Gérard Guillory resultó no ser tan terrible como Nina se lo había imaginado en un principio. Aunque no se lo podía comparar con Ray, no era tan tremendamente insípido como podía haber sido; tenía buena figura y era caballeroso, y hacía gala de un par de temas de conversación más aparte de las finanzas de su familia. Los señores Mercier y Guillory lo organizaron todo para que sus dos retoños comenzasen a verse hasta en la sopa; y, en esas circunstancias, no pasó mucho tiempo antes de que Gérard Guillory declarase su ferviente e inquebrantable pasión por Nina Mercier, y Nina decidiera que, al fin y al cabo, una unión con el señor Guillory podía no ser del todo una mala idea.