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En efecto, en cuanto se terminó la soda el Fozo desapareció escaleras abajo, para volver media hora después arrastrando tras de sí a otro muchacho de su misma edad, tan feo que Barn casi se sentía guapo a su lado. El Fozo lo colocó delante de Barn, hechido de orgullo; su trofeo, sin embargo, parecía poco entusiasmado, y se dedicó a alisar con desdén la manga por la que el Fozo lo había traído hasta allí.
—Este es el listo, el que te dije —dijo el Fozo, con su usual sutileza—. Se llama Sore.
—Sore Matancianas —se dignó a presentarse el trofeo.
Barn apenas levantó la mirada de su fregantina por un momento; no tenía costumbre de parecer interesado en nada.
—Yo soy Barn —se presentó a su vez—. ¿Qué vais a tomar?
—Uhm… —dudó Sore Matancianas, con expresión de pocos amigos.
—Ponme otra soda —pidió el Fozo—. Y ponle una a este también.
Barn sirvió las sodas a dos manos, con tanta habilidad que parecía que ni siquiera hubiese dejado de fregar mientras las ponía.
—Bueno, Sore Matancianas —comentó—. ¿Cuánto tiempo llevas por aquí?
—Dos semanas —contestó Sore, mirando atónito a Barn, como si viese a un malabarista.
—Hm, hmm —gruñó Barn—. Nunca te he visto por aquí.
—Tengo cosas mejores que hacer que vaguear en una cantina —dijo Sore—. El Mal no se propaga solo, ¿sabes?
—Hmm, hmmm —gruñó de nuevo Barn, asintiendo—. Estoy de acuerdo.
—¿Ves, Barn? —interrumpió el Fozo—. Te digo que este tío es muy listo. Se le ha ocurrido un plan para hacer explotar un puente en… no sé muy bien dónde, pero es un sitio en el que vendría bien explotar un puente…
—¿Hmmm? —siguió gruñendo el cantinero.
—Rovenblanco Central —explicó Sore, hinchándose—. El puente de las Mil Maravillas es un lugar estratégico por el que pasa casi un tercio del comercio que se dirige al noreste. Cuando comencemos la ofensiva, será muy útil volarlo; servirá de distracción, además de diezmar los recursos del norte, puesto que sus otras rutas de abastecimiento no tienen capacidad para soportar cargas mayores, y la angostez del Pasaje Rocoso…
—¿Ves lo que te digo? —insistió el Fozo—. Este tío piensa. ¡Hasta sabe sumar a tope!
Barn suspiró.
—¿Y cómo volarías ese puente? —preguntó a Sore.
—Eso es lo mejor —se emocionó este—. ¡Con bombas flotantes! La montaña de Kil-Kanan cuenta con un recurso excepcional, raramente visto en el mundo: ¡helio! Los géiseres que se ven de vez en cuando en la cara norte contienen gran cantidad de helio, que con algo de cuidado podría ser recogido y embolsado…
—¿Qué es el helio? —preguntó el Fozo. Sore lo ignoró.
—… y utilizado, en globos, como medio de transporte para bombas pequeñas y compactas, que serían guiadas hasta Rovenblanco por magos de aire que operarían a distancia. Podría calcularse la cantidad de helio necesaria para que los globos perdiesen altura justamente sobre el puente; pero, puesto que han de ser guiados hasta allí, de todas maneras, es más práctico controlar también su descenso, con lo que se obtendrá más precisión. El otro caso tiene la ventaja de que muchos de los artefactos caerán sobre la ciudad, provocando destrucción aleatoria; pero tiene menos probabilidades de completar el plan original, el de la destrucción estratégica del puente…
—Hm hmm —gruñó Barn, una vez más. Sore Matancianas parecía estar un poco chiflado, pero no se podía negar que, efectivamente, pensaba—. No suena mal.
—¡Por supuesto que no suena mal! —exclamó Sore—. Y, si lo combináis con un plan de ataque adecuado por el flanco de la Torre Tremenda…
—Te diré una cosa —interrumpió el cantinero—. Orosc Vlendgeron está buscando gente capacitada para llevar a cabo una misión importante. Quizás vosotros dos deberíais solicitar un puesto en ese equipo.
—¿El Gran Emperador necesita gente? —Sore dio un puñetazo sobre la mesa—. ¿Y a qué estamos esperando? ¡Vámonos, Fozo!
—¡Te lo dije! —afirmó el Fozo mirando a Barn, mientras Sore se levantaba y empezaba a tirar de él hacia la puerta, dejándose media soda aún sobre la barra. Barn exhaló un suspiro compasivo cuando los vio desaparecer por la escalera, y volvió a fregar sus vasos.