—Oficialmente es así, y este señor en concreto no se pasa por aquí nunca. Sin embargo, varias personas han visto la persiana del sitio abierta en horas extrañas, y luz saliendo de ella.
—¿Y han informado de eso? —se extrañó Godorik—. ¿Qué es esto, el nivel espía-lo-que-hace-tu-vecino?
—La mayor parte de ellos pensaba que se trataba de un robo —explicó Mariana—. De todas maneras, muchas de estas quejas son antiguas, así que no hay manera de saber si esto continúa o no. En su momento se dijo al propietario que se habían visto tales hechos, y él ignoró estos avisos por completo, hasta que lo llamé y me dijo algo del estilo de que «eran sus primos, que a veces iban a buscar cosas», y que lo dejaran en paz. Por supuesto, no volví a preocuparme por el asunto, y los vecinos también dejaron de dar parte de ello.
—El local frente al que se encontró la sangre, dices —rumió Godorik, recordando de repente—. Aquella noche, la persiana estaba entreabierta. De hecho, yo pensé… Pensé que era una tienda, y que los muertos eran los dependientes.
—No es una tienda —confirmó de nuevo Mariana—. Esto parece una pista.
—¿Quién has dicho que es el propietario?
—Déjame ver… —Mariana pasó a otro archivador—. Aquí lo tengo. Se llama Isebio Garvelto, y es un jubilado residente del nivel 18.
—¿Un jubilado?
—Sí, tiene casi setenta años.
—Hmmmm… ¿y dices que la policía no ha investigado nada de todo esto?
—No creo. ¿Debería?
—¡Claro que debería! Han muerto varias personas, y es bastante evidente que ahí ha pasado o está pasando algo raro.
—Encontraron manchas de sangre, sí, pero no han identificado a ninguna posible víctima.
—Porque las tiraron por el Hoyo, ya te lo dije.
—Pero la policía no sabe eso —insistió Mariana—. En cualquier caso, lo que quería decir es que no se ha denunciado ninguna desaparición, así que no hay de qué sospechar.