—¿Quién es? —ladró, al cabo de un minuto, una voz a través del telefonillo—. ¿Qué quiere?
Mariana y Godorik intercambiaron una mirada cargada de significado. Ella contestó con otra pregunta:
—¿Es usted el señor Isebio Garvelto?
Se hizo un nuevo silencio.
—Sí —gruñó el altavoz al fin—. ¿Quién es usted? ¿Qué quiere? ¿Qué horas son estas para ir a despertar a la gente decente? Le juro que voy a llamar a la policía si no…
—Soy Mariana Pafel, gestora del nivel 9 —lo interrumpió Mariana—. Hemos hablado con anterioridad.
—¿Qué quiere? —repitió la voz una vez más, en esta ocasión con tono aún más aprensivo.
—Este es un asunto muy importante —aseguró ella—. Necesito hablar con usted.
—¡No, no! —perdió los estribos el señor Garvelto—. ¡Vuelva en otro momento! ¡Mañana!
Godorik, al que no le gustaba el cariz que estaba tomando aquello, intentó intervenir. Pero Mariana lo detuvo con un gesto brusco.
—No. Ahora —dijo—. Esto es urgente; está relacionado con los asesinatos ocurridos en el nivel 9.
—Pero… —empezó la voz.
—O baja usted, o subo yo —gruñó Mariana.
—Suba. Suba —concedió por fin el hombre, aunque con timbre muy estresado, y sin añadir nada más pulsó el botón que abría la puerta.
—Mariana, pero ¿qué tienes en la cabeza? —siseó Godorik, mientras entraban, y se detenían en el portal—. ¿Cómo se te ocurre darle tu nombre real? Y ¿cómo vamos a subir ahora los dos juntos? ¡La policía te relacionará conmigo enseguida!
—Calma, calma —dijo Mariana—. No te sulfures. Ese señor no tiene por qué saber quién eres tú.
—No, pero la policía tiene recursos suficientes para identificar mi descripción. Y además, ¿para qué lo has hecho creer que esto es algún tipo de visita oficial? ¡Va a ser evidente en un momento que no lo es!