Godorik, el magnífico · Página 157

—Eso es imposible. Ninguna persona sería capaz de gobernar esta ciudad; es demasiado compleja. Esa es la razón por la que la Computadora está al mando, todo el mundo lo sabe.

—¿Está usted segura de eso? En otras etapas de la historia, las ciudades han sido gobernadas por medios humanos y no cibernéticos… e incluso hace poco se escuchó que en una ciudad de la costa, una de las pequeñas, un grupo de conspiradores derrocó al gobierno computerizado.

—Eso es una tontería —bostezó Mariana—. Si de verdad se cree usted esas historias de los tabloides, no me extraña que se tome tan en serio todas estas teorías conspiratorias. Casi todas las noticias del exterior se las inventan las agencias para entretener al público; ¿es que ni siquiera sabe usted eso?

—En cualquier caso, esa no es la cuestión —carraspeó Isebio Garvelto, interviniendo justo cuando Ciforentes empezaba a hincharse y a ponerse rojo—. Gidolet y los suyos han planeado cyborgizar a la población justamente para evitar ese problema.

—¿Cómo?

—Sí; ¿no es obvio? —se vengó Ciforentes—. Quizás solo una máquina puede gobernar una ciudad de humanos, pero un humano puede gobernar una ciudad de máquinas.

—¿Y qué ganarían con eso? —preguntó Godorik.

—De eso aún no estamos tan seguros —admitió Ciforentes—, pero, si lo consiguieran, tendrían un poder increíble. ¡Tendrían un auténtico ejército a su disposición! Podrían hacer casi cualquier cosa.

—Pero, si de verdad tienen tantos recursos —contraatacó Mariana, mosqueada—, ¿por qué no construyen directamente un ejército de robots, y se dejan de tantas complicaciones?

—Los robots son demasiado imprevisibles —intentó explicar Ciforentes, aunque a él tampoco se lo veía tan seguro. Godorik, sin embargo, se imaginó un ejército formado por Mannis… y casi tuvo que reconocer que algo de verdad había en esa afirmación.

—¿Y robots sin circuitos de personalidad? —sugirió.

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