—Yo no sé nada —farfulló Godorik, llevándose una mano a la frente—. Todo esto empieza a ser demasiado para mí.
—Vamos, vamos, no te desanimes —Agarandino botó por encima de varios de los robots, y fue a darle una palmadita en el hombro—. ¿Qué has descubierto hoy?
—Básicamente, lo mismo que usted me acaba de contar —resumió Godorik—, aunque de boca de lo que parece una organización altamente ineficiente.
—¿Una organización? ¿Has encontrado a toda una organización que intenta detener esta locura?
—Sí, pero no me fío de ellos —intercaló Godorik, antes de que Agarandino saltara de alegría:
—Pero ¡eso es estupendo! ¡No me imaginaba que aún quedasen vestigios de resistencia en esa ciudad podrida! ¿Has oído eso, Manni? ¡Es estupendo!
—Sí, sí —contestó Manx, condescendiente—. ¿Por qué no te fías de ellos?
—No parecen tener la situación excesivamente bajo control —resumió Godorik, encogiéndose de hombros, y entonces recordó—. Doctor: ¿cree usted que es posible que Gidolet haya comprado a los altos cargos de la policía? Quiero decir, ¿a todos ellos?
—¿Eso es lo que te han dicho? —siguió brincando Agarandino—. ¡No sé por qué no te fías de ellos! ¡Claro que es posible! Todos sabemos que, con la decadencia de valores y la mentalidad borrega que impera hoy en día, es perfectamente plausible comprar a quien sea, y por cualquier motivo…
—Es bastante improbable que alguien pueda comprar a todos los altos cargos de la policía —intervino Manni, tranquilamente, mientras Agarandino seguía hablando sin darse cuenta de que nadie le escuchaba—. Hay exactamente 237 personas en la ciudad que tienen poder de decisión directo sobre la policía, y otras 1589.3 que pueden iniciar una investigación sobre el cuerpo. La probabilidad de que todas ellas estén compradas, o de que el número justo de ellas estén compradas y el resto sean simplemente demasiado estúpidos para darse cuenta de lo que ocurre, es del 0.0076%.
—¿1589.3 personas? —se extrañó Godorik.