Godorik, el magnífico · Página 93

Godorik volvió la cabeza, con lo cual estuvo a punto de perderse justo lo que pretendía ver. Un quad motorizado, con un carrito de la compra repleto hasta los topes de verduras anudado en la parte posterior, los pasó por la izquierda a toda velocidad. Iba conducido por una escuchimizada ancianita de pelo blanco, embutida en un vestido de estampado floral.

—Pero qué… —barbotó Godorik, estupefacto.

El quad siguió avanzando ruidosamente unos diez metros más, antes de detenerse con brusquedad. La ancianita dio un bote en su asiento, y volvió la cabeza hacia ellos.

—¿Qué hacéis aquí? —chilló, colérica—. ¡Ya están a dos calles! Rápido, ¡subid!

Edri, Ran y Godorik se miraron unos a otros, desconcertados; pero no tardaron en echar a correr hacia el quad.

—Gracias por recogernos, buena señora —exclamó Edri, mientras los tres se montaban en la parte trasera.

La vieja le dirigió una sonrisa de satisfacción, y se volvió de nuevo hacia el manillar.

—¡Agarraos fuerte! —gritó—. ¡En marcha!

Y arrancó a toda pastilla. El quad siguió traqueteando velozmente por la calle, haciendo un ruido de mil demonios; y sus tres nuevos pasajeros tuvieron que sujetarse como pudieron para no caerse.

—¡Vamos! ¡Vamos! —vociferó la ancianita, tan emocionada como una adolescente—. ¡Tenemos que salir de la zona ocho antes de que nos atrapen! ¡Adelante!

—Esto es… este está siendo el día más extraño de mi vida —musitó Godorik; lo cual no era poco, teniendo en cuenta que poco antes se había despertado convertido en un cyborg—. Señora, ¿quién es usted?

—¡Me llamo Mendolina Rodríguez! —proclamó la ancianita, inclinándose sobre su manillar como un ciclista de élite—. ¡Vengo de hacer la compra, y esos Beligerantes no podrán conmigo!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *