Edri, más expeditiva, se retorció como pudo y comenzó a pegarle patadas a la mano metálica del hombre. Sin embargo, esto sirvió de poco; el hombre (que era otro joven con la cara tapada, y que llevaba a la espalda una serie de cachivaches electrónicos) no se inmutó, y en su lugar se aferró al quad también con su mano derecha, esta sí de carne y hueso.
—¡Ah, no, no! —exclamó Edri, y le dio una patada en esta. Eso sí fue efectivo, y el hombre volvió a soltarla de repente; pero siguió sujetándolos con su mano-arpón. Godorik, mientras tanto, consiguió por fin abrirse paso entre sus dos jóvenes compañeros, y se abalanzó sobre la mano metálica de su atacante.
—¡Suéltese! —ladró, intentando obligarle a desasirse.
El hombre, sin embargo, cerró el puño derecho, y echándose hacia delante le dio a Godorik un puñetazo en plena cara. Godorik, sorprendido, no reaccionó a tiempo para apartarse, y lo encajó de lleno. Se vio impulsado hacia atrás, y se dio un golpe contra Ran.
—¡Ay! —exclamó este. Por suerte, estaba bien sujeto al vehículo, y pese a lo inestable de este ni él ni Godorik cayeron al suelo.
—Brbfff… cabrón —gruñó Godorik, frotándose la mandíbula, un tanto desorientado por un momento. Pero enseguida volvió en sí; y se tiró de nuevo contra el hombre, que pese a los mejores esfuerzos (y las mejores patadas) de Edri ya había conseguido escalar la parte trasera del quad. Por suerte, esto quería decir también que había soltado su arpón. Sin contenerse, Godorik le devolvió otro puñetazo con todas sus fuerzas, y con su propia mano cibernética; el hombre perdió asidero y salió despedido hacia atrás, volando varios metros antes de estrellarse contra el suelo.
—¡Ahora! ¡Acelere! —gritó Edri a Mendolina.