Cualquier otro lugar · Página 40

Él accedió. Unos minutos más tarde se encontraban subiendo las angostas escaleras que llevaban al piso de Nina, en una quinta planta.

—Esto es muy estrecho —observó Ray—. ¿Qué haces cuando tienes que subir algo voluminoso?

—¿Como qué?

—Muebles.

—No suelo subir muebles —se divirtió ella, sacando las llaves. Pero un momento después aclaró—. Si hay que subir algo muy grande, puede hacerse por el balcón.

Abrió la puerta de su apartamento e hizo entrar a Ray. Este pasó y se quedó parado en la misma entrada, contemplándolo todo con atención.

—Un lugar bonito —sentenció, tras medio minuto.

—Gracias —se sonrojó ella—. ¿Quieres algo de beber? Te ofrecería un café, pero acabamos de tomar uno.

—Nunca le digo que no a un café —contestó Ray, encogiéndose de hombros.

—Entonces, te prepararé uno —asintió ella—. Siéntate; estás en tu casa.

Nina tardó unos minutos en preparar los dos cafés. Cuando volvió al salón, Ray estaba repantigado en el sofá, contemplando un marco con una foto que había cogido de la mesilla.

—¿Quiénes son? —preguntó.

—Es mi madre, junto con mi tía Renata y mis tíos Jacques y Simon —dijo ella, dejando la bandeja con las dos tazas sobre la mesa—, y mi prima Alina, la hija de mi tío Simon.

—Se parece a ti —comentó él.

—Sí, pero es un poco mayor que yo —Nina desvió la vista—. Se casó hace casi diez años, y se mudó a Niza.

—¿Se casó muy joven?

Nina se sentó, y sirvió el azúcar.

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