Godorik, el magnífico · Página 85

Mientras pasaba, y evitaba la persiana que había a continuación, cruzó los dedos mentalmente para que la ventana que había vandalizado no fuera la del dormitorio de Nicodémaco Gidolet (o de cualquier otro que pudiese vivir allí, aunque la información que había obtenido del Registro Central indicaba que no había nadie más empadronado como habitante de aquella casa); pero su inquietud resultó totalmente innecesaria, puesto que se encontró, un instante después, en una habitación completamente vacía.

—¿Qué…? —se extrañó, mirando a su alrededor. En realidad, no estaba en una habitación vacía, sino más bien en una planta vacía; en todo el segundo piso de aquel edificio no había ni un solo tabique que separara unos espacios de otros. Las paredes tenían un color beige grisáceo, como de material de construcción sin pintar; el suelo, de linóleo oscuro, estaba cubierto de polvo, y aquí y allá había pequeños restos de obras de albañilería: un ladrillo, un cable suelto, un enchufe aún sin colocar.

Al fondo se veía la puerta del apartamento, que sin duda daría a las escaleras. Godorik se acercó: la cerradura estaba echada, así como varios pestillos electrónicos que tenían aspecto de no haberse abierto en mucho tiempo. No intentó forzarlos; algunos pestillos electrónicos de buena calidad tenían incorporado un sistema de alarma que avisaba a su propietario de cuándo se abrían o cerraban, y aunque todo apuntaba a que el dueño de aquel sitio no se había pasado por allí en mucho tiempo Godorik no quiso arriesgarse.

Por lo demás, lo único destacado que había en aquel espacio (tan diáfano que por no tener no tenía ni columnas) era una sucia alfombra color arena que había en el centro, y que constituía en cierta forma la única pieza de mobiliario allí guardada. Godorik se acercó a contemplarla con más detenimiento, aunque lo más inmediato que observó fue que estaba cubierta de tanto polvo y pelusa como el resto del suelo. Levantó una esquina con cuidado, aunque ni él mismo sabía qué esperaba encontrar; y no tuvo que esperar demasiado, porque debajo de la alfombra había un papel blanco cuidadosamente doblado por la mitad y colocado bajo el centro justo de la moqueta. Godorik lo tomó y lo desdobló; escrito a máquina en el centro de la hoja pudo leer el siguiente mensaje:

PARDILLOS

AHORA LAMENTARÉIS NO HABER APROBADO LA INICIATIVA 2219

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