Godorik, el magnífico · Página 18

Aún algo inseguro, avanzó por la pasarela y se deslizó por el agujero. Se adentró por una serie de túneles oscuros y malolientes, que probablemente nadie había limpiado desde que fueron construidos; cada poco se bifurcaban, pero, por suerte, en todas las encrucijadas había una flecha amarilla descuidadamente marcada en la pared con pintura fosforescente. La luz se fue haciendo cada vez más escasa durante un rato; después, volvió a aumentar gradualmente, hasta que, al doblar una esquina, Godorik se encontró con un brillante círculo de luz al final del túnel.

Incluso antes de cruzarlo, la enorme cantidad de luz lo cegó. Una vez fuera, sus ojos tardaron unos segundos en acostumbrarse; y, entonces, se vio frente a un paisaje que solo había conocido, hasta entonces, por dibujos y fotografías a las que no había prestado demasiada atención.

El horizonte estaba tan lejos que parecía que no se pudiera llegar hasta él. El cielo era azul, pero, en lugar de estar flanqueado por todos los ángulos por una muralla metálica, se extendía en todas direcciones, como si quisiera comerse el resto del mundo. Por todas partes había vegetación; era como si alguien hubiera cogido miles de macetas y las hubiese puesto una junto a la otra, en estrecha sucesión, sin dejar espacio entre ellas para… bueno, para nada. Era muy extraño.

—¿Esto es el exterior de Betonia? —se preguntó Godorik, impresionado. Aunque su plan era dirigirse a la ciudad lo antes posible, no pudo resistirse a sentarse un momento, y contemplar el confuso paisaje.

Tras un rato, sin embargo, se levantó y se dispuso a seguir su camino. Su camino pasaba por encontrar uno de esos montacargas que Manx había mencionado, y Godorik se vio rodeando las murallas de la ciudad en busca de algo parecido. A los pocos minutos, comenzó a escuchar chirridos y ruido de palancas a lo lejos; y se apresuró. Pronto se topó con lo que buscaba: una serie de raíles que cruzaban el paisaje y se metían en un cubículo metálico adosado al muro de la ciudad. Los ruidos parecían proceder de ahí, así que Godorik se asomó a la entrada de la caja.

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