—¡Malditos cacharros! —barbotó, dirigiéndose a sus nuevas (y superiores) partes mecánicas. Se levantó otra vez y siguió corriendo, y aunque estuvo a punto de caer un par de veces más, consiguió llegar hasta abajo sano y salvo.
Se encontró en un gran patio, rodeado por una cancela. La puerta estaba casi enfrente de él, pero la guardaban más seguratas. Con otro suspiro, Godorik decidió hacer lo que quince segundos antes había decidido no hacer… saltar. Pero en ese momento estaba convencido de que saltar la cancela, que tenía unos dos metros de alto y espinas en la parte superior, no le resultaría un gran problema; también podía escalarla, pero no quería tocarla, por si estaba electrificada o algo por el estilo.
Efectivamente, saltó la valla casi sin esfuerzo, y al otro lado se dio contra el suelo un porrazo de aúpa. Perjuró un par de veces más, pero como sus nuevas (y superiores…) partes mecánicas estaban intactas, se levantó enseguida y salió corriendo de allí tan rápido como le llevaron sus pies, que resultó ser bastante rápido.
—¿Qué era ese maldito sitio? —se preguntó, cuando se detuvo unos minutos después a recuperar el aliento—. ¿Una planta de investigación armamentística?
Fuese lo que fuese, la seguridad no parecía ser muy efectiva, puesto que, aunque continuó callejeando durante un buen rato para dar esquinazo a sus perseguidores, no volvió a ver nada de ellos. Al cabo de veinte minutos decidió que aquello era absurdo, y se dirigió, por fin, al nivel 1.