Godorik, el magnífico · Página 25

El nivel 1, pese a su nombre, no se encontraba ni en lo más alto ni en lo más bajo de Betonia. Todos los demás niveles estaban ordenados, estructurados desde el nivel 27 en la boca misma del Hoyo hasta el nivel 2, tocando casi el extremo superior de la ciudad; pero el nivel 1 estaba descolocado y se encontraba entre el nivel 9 y el 10. Era un tanto desconcertante, pero tenía sus razones históricas (en algún momento hubo una reestructuración de niveles, y se renombraron todos excepto el nivel 1, que por ser el más importante y donde se encontraban los edificios principales se quedó con ese nombre); y en Betonia todo el mundo estaba acostumbrado a ello.

En cualquier caso, en el nivel 1 estaba el Palacio Central, que albergaba, entre otros, la Gran Computadora, la comisaría general de policía y la Oficina de Trámites Ciudadanos. Godorik se dirigió hacia los ascensores, que estaban repartidos por toda la circunferencia exterior de la ciudad, y que subían y bajaban sin descanso día y noche. Todos los ascensores llevaban a todos los niveles, excepto al nivel 1, que tenía sus propios ascensores; y siempre estaban ocupados. Viendo la gigantesca cola que había para subirse al elevador del nivel principal, Godorik, bien fastidiado, decidió subir andando. Por suerte, se encontraba en el nivel 12; habría sido mucho más molesto si hubiese aparecido en el 27.

Las escaleras estaban a unos cincuenta metros de los ascensores; y, a pesar de que eran bien anchas, casi nadie las usaba. Godorik subió los cincuenta y cinco escalones que lo separaban del nivel 11, y otros tantos para llegar al 10; y una vez allí se mareó y tuvo que pararse un momento. En realidad, siempre había estado en forma, y solía subir andando a menudo desde el nivel 16, donde vivía él, al 11, donde vivía Mariana. Pero, por mucho que se empeñase en ignorar el hecho de que apenas hacía tres días que lo habían tiroteado, tirado al Hoyo y operado, tuvo que detenerse a descansar unos minutos en el rellano del nivel 10.

—¿Se encuentra usted bien? —le preguntó un hombrecillo pintoresco, vestido de forma muy chillona, y que no pasaría del metro cincuenta.

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