—No. No hagas eso —se negó Godorik—. ¿Qué rango de seguridad hace falta para consultar ese registro?
—Verde, creo —dudó Mariana.
—Yo soy amarillo —bufó Godorik, fastidiado—. Aunque ahora, en realidad, como estoy en busca y captura, imagino que he caído por debajo del rojo.
—¿Por qué no quieres que te lo busque yo? —preguntó Mariana.
—Porque, como tú dices, estoy siendo paranoide —replicó él—, y no quiero que, si alguien consulta las bitácoras, vea que tú has estado buscando nombres extraños. ¿Hace falta el pase verde para hacer la búsqueda en sí?
—No —contestó Mariana, y después rectificó—. A ver. Puedes consultar el registro desde cualquier oficina de la Computadora, como ciudadano particular, pero no creo que eso te proporcione ninguna información relevante. Para ver todos los datos disponibles, hay que ir al registro general en la Oficina Central. Necesitas el rango de seguridad verde para que te dejen entrar al edificio, pero no para consultar el ordenador una vez dentro.
—Eso lo hace todo mucho más fácil —celebró Godorik—. Entonces, iré yo.
—¿Has escuchado lo que te he dicho? —se molestó Mariana—. ¿Cómo piensas entrar en la oficina, lumbreras?
—La Oficina Central es la que está junto a la Columna Uno, ¿verdad? —preguntó él.
—Sí —dijo ella—, pero…
—Entraré por una ventana —explicó él.
—Estás loco —exclamó Mariana—. Primero, no sé cómo vas a escalar la fachada, y segundo, te pillarán seguro.
—Me las arreglaré —aseguró Godorik—. Mariana, me he despertado de repente convertido en un cyborg, y el Comisario General ha intentado arrestarme por ello; también puedo aprovecharlo.
—Todo esto no me gusta —gruñó Mariana.