—¿Y crees que a mí sí? —respondió él—. Ni siquiera estoy seguro de lo que ha pasado en los últimos días.
Mariana frunció el ceño, pero no protestó más.
—¿Cuándo piensas hacer todo esto? —preguntó.
—Mañana por la noche —dijo él—. Iría hoy, pero estoy hecho trizas.
—El doctor recomienda reposo —silbó el doctor.
—Te acompañaré —dijo Mariana.
—No digas tonterías —bufó Godorik—. Todo esto es para no involucrarte a ti.
—Godorik, estoy preocupada —reconoció—. Todo esto es demasiado inusual.
—Lo es, pero es lo que hay —dijo él—. No te preocupes, Mariana. Todo irá bien, y, cuando necesite tu ayuda, ya te la pediré.
—Espero que lo hagas —espetó ella.
—Y ahora lo mejor será que te vayas —aconsejó él—, antes de que alguien sospeche.
—Estás siendo demasiado paranoide —musitó Mariana—. Métete en la cama y duerme.
Godorik no se opuso a esta idea, y, tras pedirle a Mariana un par de detalles sobre la Oficina Central y cómo tenía que consultar el registro, cada uno se fue a su casa y a su cama.