El Fuerte Oscuro de Kil-Kyron · Capítulo 10

10

Sore y el Fozo se volvieron de inmediato, con cara de pocos amigos.

—¿Qué ocurre? —preguntó Sore. El druida comenzó a acercarse, y el Fozo resopló.

—He notado, queridos amigos, que no lleváis la identificación del día contra la caries —comentó el druida, señalando un lacito amarillo que tenía prendido en el pecho—. ¿Es que no os habéis enterado? Hoy es el día oficial contra la caries en Aguascristalinas.

—Uhm… no, es que venimos de lejos y… —farfulló Sore.

—Vamos, vamos, venid conmigo —el druida los cogió afectuosamente por el hombro y echó a andar con ellos—. Es importante que todos estemos adecuadamente informados de los peligros de la caries, y cómo prevenirlos.

—Uh… sí —asintió Sore, sin saber cómo salir del lío—. Pero, ¿no tenía usted algo que hacer allí en el almacén? Ya vamos nosotros solos.

—Oh, no, no hay problema —dijo el druida—. Ya lo haré después. Os acompañaré para que no os perdáis. Aguascristalinas es muy grande.

—¿Me lo cargo? —cuchicheó el Fozo a Sore, mientras cruzaban el puente que conducía a Aguascristalinas—. Si quieres me lo cargo.

—No, idiota —dijo Sore, también en voz baja—. Si lo haces al final se enterarán de que revisamos el granero. Tú disimula, y ya nos largaremos.

El druida los condujo al parque de Aguascristalinas, que estaba lleno de gente y donde habían colocado numerosos puestos y stands informativos.

—Aquí es —les dijo el druida amablemente—. Bien, aquí os dejo. ¡Hasta luego!

Y se marchó, mientras el Fozo gruñía con disgusto a la vista de tanto seguidor del Bien junto.

—Puedo volcar un par de puestos —dijo a Sore.

—No se te ocurra —contestó este—. Vámonos.

—Queridos muchachos —escucharon otra voz tras ellos. Sore se llevó las manos a la cabeza—, ¿serían tan amables de ayudarnos un momento? Mi querida Lilí y yo no somos suficientes para montar esa estructura.

—¿Puedo…? —comenzó el Fozo, mientras ambos se daban la vuelta y se encontraban con una madre y su hija pequeña, ambas rubias, hermosas y encantadoras, que señalaban un puesto casero a medio montar.

—NO —barbotó Sore, mirando al Fozo, y después se volvió hacia sus interlocutoras—. Estaremos, ejem, encantados de ayudarlas. ¿Qué hay que hacer?

—Solo sujetar estas barras aquí mientras apretamos los tornillos —dijo la madre, entusiasmada, y les mostró las barras—. Lilí os indicará si están bien puestas, ¿a que sí? —la niñita asintió encantada—. Yo las atornillaré. Es que queremos montar este puesto porque mi pobre Lilí… pobrecita… ¡sufrió caries el año pasado! Y queríamos compartir su experiencia para que todos estén avisados contra la caries.

—Qué horrible —dejó escapar con sarcasmo Sore Matancianas mientras el Fozo y él sujetaban las barras.

—¿Y perdió todos los dientes? —preguntó el Fozo, con interés.

 

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