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—Sin embargo —repitió Ícaro Xerxes, incansable—, he logrado encontrar a su perro, que me ha seguido hasta aquí.
Efectivamente, y aunque llevaba un rato sin ladrar, Blancur seguía pisando los talones del joven.
—¿Perro? ¿Qué perro? —se extrañó Vlendgeron, al que nadie le había dicho todavía nada de ningún perro.
—El fiel perro de la señorita Marinina Crysalia Amaranta Belladona —explicó Ícaro Xerxes—. Temo que se trate de un animal benigno, pero, dadas las circunstancias…
—¿Animal benigno? ¿Ese chucho? —se burló Orosc—. Ese chucho tiene menos de benigno que tú y que yo. ¿No ves qué mandíbulas tiene? Mira, mira cómo te mira con ganas de contagiarte la rabia.
Ícaro Xerxes dirigió al perro una cara de pocos amigos.
—En ese caso, me siento menos culpable por haberlo conducido hasta el Fuerte —dijo—. Pero, en cualquier caso, la idea era que el perro puede ayudarnos a encontrar a su ama.
—Sí, por qué no —Orosc Vlendgeron se encogió de hombros, y bruscamente volvió a su faceta vociferatoria y comenzó a gritar a las paredes—. ¡Pati Zanzorn! ¿Dónde está ese Pati Zanzorn? ¡Que alguien lo busque inmediatamente!
Lamentablemente, no había en ese momento nadie cerca que pudiese cumplir esa orden, así que Vlendgeron e Ícaro Xerxes hicieron lo más práctico y se encaminaron a la oficina del servicio de inteligencia, en el cuarto piso. Como la población del equipo de inteligencia era rica en Pati Zanzorns, era extremadamente probable que encontrasen al menos a uno allí… lo que efectivamente ocurrió.
—¿Qué quieren? —preguntó el recepcionista, Pati Zanzorn, a través de la ventanilla, cuando vio que alguien se acercaba—. ¡Oh, Gran Emperador! —exclamó, en cuanto se dio cuenta de quién era su invitado, y comenzó a gesticular amigablemente con ambas manos—. ¡Qué alegría veros por aquí!
—Sí, sí —contestó Orosc—. Tenemos que hablar con el jefe de inteligencia.
—Está un poco ocupado ahora mismo —explicó Pati Zanzorn—, pero si queréis os creo un doble.
—No, mejor no —decidió Orosc, tras un confuso momento de duda—. ¿Se le puede interrumpir, o no?
—No, pero como vos sois el Gran Emperador, podéis hacer lo que queráis —aclaró Pati Zanzorn—. Está en la sala de Operaciones Secretas; el pasillo a la derecha, tercera puerta a la derecha también.
—Vamos —dijo Vlendgeron, haciendo un gesto a su acompañante.