El Fuerte Oscuro de Kil-Kyron · Capítulo 43

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Ícaro Xerxes se aproximó a las puertas de la ciudad, que, como siempre, estaban abiertas de par en par. Casi nunca las vigilaban muchos guardias, y hoy no las vigilaba ninguno; pero había gente por todas partes, entrando y saliendo con una animación fuera de lo común. Ícaro Xerxes se acercó a un hombre que transportaba unos rollos de tela.

—Buen hombre —lo saludó, puesto que el haber crecido en tierras del Bien lo capacitaba perfectamente para disimular su malignidad—, ¿podéis decirme qué ocurre aquí hoy?

—¡Cómo!, no os habéis enterado —exclamó el amable señor, deteniéndose un momento a satisfacer la curiosidad de su interlocutor—. Es un gran acontecimiento. Una maravillosa muchacha nos ha inspirado a todos para tratar de derrotar al Mal de una vez por todas; incluso el alcalde y los Sumos Sacerdotes, que aconsejaban prudencia, están convencidos. ¡Así que Aguascristalinas se prepara para la guerra! —clamó, entusiasta—. ¡Derrocaremos a ese Gran Emperador, y socavaremos su horripilante torre, de una vez por todas!

Ícaro Xerxes no necesitaba oír más; lo que había ocurrido estaba claro como el agua. Tras agradecerle la información al hombre (que aún lo informó de que los rollos que transportaba eran para hacer pancartas) y despedirse de él, como si fuera un auténtico jovencito benigno, volvió hacia donde estaban Sore Matancianas y el resto del grupo. El primero, que no tenía más confianza en las habilidades de su nuevo equipo que la que había tenido en las del anterior, llevaba todo el rato con el corazón en un puño, y cuando vio que Ícaro Xerxes se acercaba de nuevo hacia ellos, poco le faltó para declarar que los habían descubierto y exhortar a todo el mundo a que pusiera pies en polvorosa.

—Traigo horribles noticias —informó, sin embargo, Ícaro Xerxes, sin que apareciera a la vista ningún perseguidor—. ¡Aguascristalinas se prepara para la guerra contra Kil-Kyron! Vuestra joven hija, a la que habíamos venido a rescatar, ha inspirado a sus habitantes para que se alcen contra nosotros. ¡El Mal se halla en grave peligro!

—¡Lo sabía! —se lamentó Brux Belladona, llevándose las manos a la cabeza—. Debimos haber actuado antes. ¡Ahora es demasiado tarde!

—Esto es terrible —comentó Pati Zanzorn, aunque no parecía nada angustiado.

—¡Tenemos que informar al Gran Emperador de inmediato! —bufó Sore Matancianas, y se puso en pie—. ¡Vámonos de aquí!

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