El Fuerte Oscuro de Kil-Kyron · Capítulo 44

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Para variar, el Gran Emperador no se encontraba en su salón del trono cuando el equipo fue a informarle de lo que había averiguado. Al contrario; le dolía la cabeza, y, malhumorado, se había ido a la cantina de Barn para tomarse una soda. Y allí fue donde Sore Matancianas, Pati Zanzorn, Ícaro Xerxes Tzu-Tang y Brux Belladona irrumpieron con gran escándalo.

—¡Gran Emperador! —gritaron, y empezaron a hablar todos a la vez. Orosc Vlendgeron se llevó las manos a los oídos, y tras unos instantes, al ver que no paraban, bramó:

—¡SILENCIO!

Los cuatro recién llegados se callaron. Entonces, Vlendgeron se dirigió, aunque con cara de pocos amigos, a Zanzorn.

—¿Sí, Pati? —dijo, con un tono de voz bastante amenazador. Pati Zanzorn, sin embargo, no se sintió nada intimidado; de hecho, ni siquiera se enteró de que estaban intentando intimidarlo.

—¡Gran Emperador! —comenzó otra vez—. ¡Traemos noticias espantosas! Hemos estado en la ciudad de Aguascristalinas, que está tan revolucionada como si hubiera un festival… de hecho, al principio pensábamos que había un festival… ¡y nos hemos enterado de que el Bien se prepara para atacar Kil-Kyron!

Los clientes de la cantina, que en ese momento eran unos cuantos, se sobresaltaron.

—¿Cómo? —tronó Vlendgeron, levantándose alarmado—. ¿Cómo es eso?

—Al parecer, la joven y hermosa muchacha que escapó animó a los ciudadanos, y les transmitió su luz y esperanza, y el deseo de derrotar definitivamente al Mal —intervino Ícaro Xerxes, que pese a las malas noticias que narraba mantenía perfectamente la compostura—. Un hombre me informó de esto; me dijo que incluso los Sumos Sacerdotes estaban convencidos, y apoyaban la causa.

—Esto es increíble —bufó Vlendgeron, y dedicó una mirada envenenada a Brux Belladona— . ¿Qué demonios ha armado tu pequeña bastarda?

Brux Belladona se encogió de hombros, como si se disculpara.

—¡Zanzorn! —gritó Vlendgeron—. Contacta inmediatamente con los espías de todas las ciudades benignas cercanas, y averigua si esto es solo un asunto de Aguascristalinas, o si todo el Bien se prepara para atacarnos. ¡Muévete, imbécil! —exclamó, cuando vio que Pati Zanzorn asentía vehementemente con la cabeza, pero por lo demás no hacía nada—. ¡Matancianas! Reúne a mis malignos generales —continuó, una vez el jefe de inteligencia salió trotando en dirección a la puerta—. Tenemos que encontrar alguna forma de desanimar a los ejércitos del Bien; no podemos permitir que este ataque llegue a realizarse.

—Con el debido respeto, Gran Emperador —lo interrumpió Ícaro Xerxes, con seguridad y confianza—, no estoy de acuerdo con eso.

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