Godorik farfulló algo.
—¿Qué dices tú, Manni? —se volvió hacia el robot—. Tú eres más afín a la Computadora que a nosotros; ¿qué piensas de esto?
—Eso no es cierto —pareció ofenderse Manni—. Yo soy una unidad robótica, y como todas las unidades robóticas estoy diseñado con personalidad. ¡Puedo mimetizarme perfectamente con la sociedad humana!
—Sí, pero la base de tus procesos siguen siendo circuitos y no sentimientos, ¿no es así? —suspiró Godorik—. ¿No puedes entender a la Computadora mejor que nosotros?
Manx se envaró.
—La Computadora tiene una capacidad de cálculo infinitamente superior a la de cualquier unidad robótica portátil —confesó—. Mis circuitos, por perfectos que sean, no pueden esperar comprender el sublime funcionamiento de su arquitectura computacional.
Godorik se mordió el labio.
—Bueno —bufó—. Dejemos eso por un momento. El caso es que ese mensaje que encontré decía que alguien lamentaría no haber aprobado la iniciativa 2219. ¿Quién podría estar tan resentido porque no se aprobase esa iniciativa?
—¡Uh! —exclamó el doctor—. La lista es larga. Podría ser, por supuesto, una de esas compañías privadas… que habrían encontrado formas de lucrarse increíblemente si se hubiera aprobado esa iniciativa; de hecho, fueron las compañías de implantes las que la promocionaron. Pero también podría ser alguien del gremio de médicos, que en su tiempo estaba muy dividido: algunos eran antiiniciativa, pero otros opinaban que, pese a que las condiciones no fuesen ideales, esa clase de legislación era absolutamente necesaria. Incluso podría ser alguien que necesitase un implante y que no lo consiguiera debido a las restricciones imperantes… ¿Quién sabe?