No era rentable

No era rentable, un relato por Mª Ángeles Artola

Un relato de Mª  Ángeles Artola

 

Todos los días.

A la misma hora.

Todas las horas en los mismos minutos.

Me gustaba ese monótono tintineo del tranvía:

Suena y para, suena y para

Suena y… Anda de nuevo.

Siempre a las 9 y 10 minutos con esa rutina que yo había impuesto a mis días de jubilada. Sí, a las 9 y 10 minutos yo bajaba el toldo de mi terraza, mientras mi perrita correteaba por la misma.

Eran las 9 y 10 minutos cuando, al oír el tintineo del tranvía, mi perrita ladraba, parábamos unos segundos y… Allí estaba el tranvía.

Esa música se repetía cada 20 minutos.

Era como el reloj de nuestros abuelos, esos de péndulo que estaban en el salón y nos daban los cuartos, las medias horas y un especial repiqueteo en las horas.

Pero a nadie le molestaba. Todos dormíamos con esa música.

Lo mismo ocurre con el tranvía… pasa, suena, parece que a nadie le afecta, es un ruido o tal vez mejor una música de la calle… de mi calle.

Un día, a las 9 y 10 minutos, no oigo nada.

El sol abrasa ya.

Mi perrita corretea por la terraza.

No ladra.

No suena el tranvía.

Paro todas mis rutinas. Me quedo abrazada al borde de mi terraza, inmóvil, petrificada y… Así estoy casi una hora.

¡No puede ser! ¡Las vías de mi tranvía inertes como yo!

Aburridas. Sin rumbo. Sin horizonte.

Entre ellas, un niño juega, pasan los minutos, gente en la parada, alguno intranquilo, otros descansan y esperan bajo la marquesina que da algo de sombra, el calor aprieta… pero el tranvía no llega.

Mi perrita se tumba a mis pies.

Sigo asomada,

Miro… y no llega.

Dejo la terraza.

El silencio me entristece.

Este silencio que asusta. Este.

Pongo la radio:

«El tranvía no era rentable».

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