—Bastante. Mi tío Simon quería que se casara…, aunque mi tía Renata no estaba de acuerdo.
—¿Son marido y mujer?
—No, son hermanos. Los de la foto son los cuatro hermanos. Pero mi tía Renata no se llevaba muy bien con mi tío Simon, y opinaba que Alina era muy joven para que la casaran…; y desde entonces y a raíz de todo ello tampoco se lleva muy bien con el resto de la familia. Es una lástima, porque todos los veranos íbamos a su casa, y era mi tía favorita.
—Pero ¿por qué se peleó con todo el mundo? —quiso saber Ray, incorporándose y dejando la foto en su sitio.
—El resto de la familia se puso de parte de mi tío Simon —explicó Nina—. Mi tía Renata también tiene sus… llamémoslas particularidades.
—¿Y tu prima? —preguntó Ray.
Nina alzó la vista bruscamente del café.
—¿Qué pensaba tu prima de todo esto?
—No lo sé. Nunca me lo dijo.
—¿Nadie le preguntó?
—Todo esto era importante para sus padres —se defendió Nina, sintiéndose de repente algo violenta—. Su matrimonio era muy relevante para la familia.
—Pero era su matrimonio —enfatizó Ray—. ¿Con quién se casó?
—Con un empresario de Niza —contestó Nina—. No llegué a conocerlo demasiado; yo era aún una niña.
Ray se echó hacia atrás en el sofá, con el ceño fruncido.
—Será mejor que hablemos de otra cosa —sugirió Nina tras un momento, y le tendió una de las tazas—. Toma; para ti.
Ray cogió la taza y observó pensativo la capa de espuma que cubría el café, cuidadosamente preparado. Pasó el dedo por el borde, distraído. Al cabo de un momento, se levantó y se acercó a la puerta del balcón. Dio por fin un sorbo al café, y luego empezó a removerlo con la cucharilla mientras contemplaba las vistas.